La pérdida auditiva es el defecto congénito más común y el trastorno sensorial más prevalente en los países desarrollados.
El correcto funcionamiento de estructuras como la nariz, el oído y la garganta es importante para realizar actividades tan básicas como oler, oír, tragar, generar sonidos y mantener el equilibrio. Cualquier desajuste en estas funciones puede comprometer el desarrollo normal, de ahí la importancia de su detección temprana.
Las pruebas genéticas postnatales ayudan a diagnosticar trastornos genéticos otorrinolaringológicos permitiendo una intervención temprana y mejorando así el pronóstico de la enfermedad.
La pérdida auditiva (hipoacusia) en niños es uno de los trastornos que ocurren con mayor frecuencia y en un 50% de casos se deben a defectos genéticos. La mayor parte de las hipoacusias son no sindrómicas, es decir, no van asociadas a malformaciones externas del oído u otros problemas médicos. En un 30% de casos son sindrómicas, lo que quiere decir que constituyen una de las múltiples manifestaciones que caracterizan síndromes como el de Alport, Pendred, Stickler, Usher, Wolfram o Waardenburg. Actualmente se conocen unos 400 síndromes genéticos que incluyen la pérdida auditiva entre sus manifestaciones.
La pérdida auditiva es muy variable, puede ser parcial o total, y puede afectar a uno o ambos oídos, por ello los estudios genéticos son la mejor opción para poder establecer medidas cuanto antes y evitar el posible desarrollo de sordera.